Sigue el blog

¡NOVEDADES! ¡SÍGUENOS Y TENDRÁS PREMIO!

La épica batalla contra el Sueño de las 16:00

Hablan los antropólogos (o quizá solo lo murmura la gente en la fotocopiadora) que el ser humano moderno libra dos contiendas al día: la guerra contra el despertador y la ofensiva vespertina contra el “bajón” de después de comer. A esa hora, los párpados se vuelven de plomo y el cursor parpadea como un metrónomo burlón. El héroe (léase: cualquiera que trabaje sentado) necesita refuerzos inmediatos.

Mientras los manuales de productividad recomiendan respirar hondo y beber agua, todo el mundo sabe que la caballería real llega en forma de café humeante y snack crujiente. Claro que no siempre hay un bar a la vuelta de la esquina… y ahí comienza la leyenda urbana de la “oficina que se salvó por una máquina expendedora”. Dicen que fue enchufarla y, de pronto, las reuniones dejaron de parecer funerales y los post-its volvieron a ser multicolores en lugar de gris topo.

Resulta que, en esta saga cotidiana, Bages Vending maneja un arsenal muy particular: expendedoras para pequeñas empresas que escupen café digno de poeta bohemio, infusiones zen y tentempiés que no crujen como grava. Según las crónicas, su escuadrón de técnicos aparece antes de que falte una cápsula y, como buenos guardianes del temple laboral, mantienen los surtidores tan impecables como el primer día.


Pero lo realmente mágico es el fenómeno social que provocan: gente que no se saludaba desde Navidad coincide de pronto delante de la máquina, intercambia memes y, sin querer, resuelve el problema de logística que llevaba semanas atascado. Una vez un becario juró haber encontrado inspiración para su TFG justo después de pulsar “café largo, sin azúcar”. Nadie lo contradijo: el aroma del arábica estaba de su parte.

Así que, la próxima vez que el Imperio del Sueño ataque a media tarde, recuerden al héroe anónimo que instaló la “nodecafetería” automática y venció sin derramar ni gota de café. Compartan la historia, etiqueten al compañero que bosteza en bucle y, quién sabe, quizá terminen virales… aunque sea por culpa de un cappuccino que suena a victoria.


Comentarios