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Agosto, paredes en modo jungla

Cuando agosto convierte las ciudades en saunas urbanas, con los bares cerrando por “volvemos en septiembre” y los gatos tomando las aceras como hamacas improvisadas, ahí está la gente creativa dándole la vuelta a la tortilla. Mientras medio país hace cola para una foto en la cala de moda, el otro medio descubre que tener un piso vacío durante dos semanas es la excusa perfecta para un “cambio de piel” doméstico.

Dicen los vecinos del cuarto B que, en cuanto baja la persiana y el calor empieza a ondular el aire, las paredes susurran: “¡Hazme algo divertido antes de que llegue la vuelta al cole!”. Y es que, se mire por donde se mire, agosto es el mes idóneo para quitar el gotelé existencial: no hay entregas de proyectos, no hay grupo de WhatsApp queriendo quedar… y si saltan chispas con la cola, nadie lo sabrá (están todos en Instagram subiendo atardeceres).

Lejos de los tutores de plantas y los tutoriales de kombucha, una tendencia veraniega acapara likes silenciosos: convertir el salón en jungla exprés. Porque plantar monstera está bien, pero convencerla de que sobreviva al aire seco ya es otro cantar. Por eso, quien prueba el papel pintado tropical con hojas no vuelve a mirar la regadera con la misma cara: en tres tiras de 53 cm, las lianas trepan sin tierra ni riegos y hasta el sofá parece susurrar “joe, qué fresquito”.

Mientras algunos se pierden en tutoriales infinitos sobre si la palmera va en maceta de barro o de mimbre, los auténticos estrategas del mes hacen cálculos de otro tipo: “Si empiezo un jueves y ventilo bien, el adhesivo seca antes de que vuelva mi compi de piso”. Porque el truco no es solo colocar, sino presumir a la vuelta: el mismo espacio, pero con banda sonora de tucanes invisibles y maracas imaginarias.

Y así, cuando septiembre llame a la puerta con su maletín de rutina, será él quien se sorprenda: nuevo telón de fondo para videollamadas, selfies con un punto selvático y, lo mejor, cero dramas botánicos. Al fin y al cabo, agosto no es solo para tostarse al sol; también es para esos giros de guion que hacen que una casa cuente historias distintas sin mover un tabique. Quién diría que la revolución estética del verano cabía perfecta en un rollo… o dos.



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